La formación
de emprendedores no es sólo enseñar a crear u dirigir un negocio. Fundamentalmente,
se trata de alentar el pensamiento creativo, promover un sentido de
autorrealización personal y desarrollar el hábito de realizar una
autoevaluación periódica del rendimiento.
La buena práctica de la formación emprendedora es
totalmente diferente al enfoque clásico que acostumbra a realizar algunos
ejercicios, basados en algunos supuestos teóricos; como por ejemplo, formular
un “plan de negocio” que finalmente termina siendo un catálogo de
especulaciones muchas veces muy irracionales e irrelevantes a la luz del mundo
real (en caso contrario, ¿por qué fracasan 1 de cada 7 empresas en las
economías mejor desarrolladas de occidente?).
Los nuevos componentes que hay que diseñar
como objetos de aprendizaje son:
- La identidad digital, la participación en la red porque de ello depende el alcance geográfico de las relaciones sociales, profesionales y económicas que establece el emprendedor.
- Las habilidades para construir y gestionar relaciones personales y profesionales de apoyo, porque de ello depende la provisión de recursos y la ampliación del “mercado” en un escenario severamente recesivo; a la vez que facilitará el desarrollo cuando se reestablezcan condiciones propicias para el crecimiento.
- Las habilidades de comunicación interpersonal (física y virtual), porque es la base de los puntos anteriores y de ello depende el logro de resultados en todos los procesos de intercambio social.
- Claro: el cuidado de la salud personal y buenos hábitos de vida, el idioma inglés, experiencias interculturales e intergeneracionales y concientización medioambiental.
Fuente: http://mariodehter.com
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